viernes, 12 de octubre de 2012

Peregrinación de Caballeros de Colón a la Basilica de Ntra.Sra. de Guadalupe 2012.















El año de la Fe.

"Hoy comienza el año de la Fe. Lo hemos comentado varias veces estos meses previos, pero valga hoy decirlo de nuevo y con cierta vehemencia: el término Fe es inmensamente ambiguo. Más allá de significaciones claramente ajenas al sentido que
 quiere darse al Año de la Fe, quedan en pie dos acepciones que urge desambiguar: puede entenderse la Fe como aquellos contenidos creídos: creo en esto, creo en esto otro… “esta es la Fe de la Iglesia” decimos en la Liturgia tras la profesión de Fe. Pero entender el año de la Fe en este sentido significaría diluirlo por completo. Pues lejos de hacer foco en algún asunto puntual, implicaría tener por objeto el Todo, la totalidad de lo que nos incumbe como cristianos. Y un “Año de todo” es un año de nada.

La otra acepción de Fe —ya no “fides quae” sino “fides qua”, como distinguían los escolásticos— alude a esa realidad tan misteriosa que hace factible que el diminuto ser humano crea. Es la Fe como acto, la Fe como hábito, la Fe como virtud teologal. Y esto sí que constituye un foco muy preciso para la reflexión, la revisión y la plegaria personal y comunitaria, durante un año entero: ¿creo, creemos?; ¿mucho, poco?; ¿cómo aumentar mi Fe?
A esto apunta claramente la intención papal al inaugurar hoy un Año de la Fe.

Y algo más digamos; también en orden a evitar diluyentes: ¿por qué un Año dedicado a esta virtud? Pues, aquí será importante no errar a la respuesta: si es porque cada tanto hace bien, así nomás, por rutina, como quien cada tanto se manda un diurético… o si es por esas curiosas coincidencias de fechas y números y efemérides… o si, muy por el contrario, es —como ha dicho el Papa esta mañana— “por necesidad”.
Ha sido “necesario” declarar un año de la Fe, porque nos hace falta; porque la fe está desertificada; porque nos gana la incredulidad; porque la crisis no era afectiva: era de Fe. ¿No se molestan si lo digo de nuevo? La crisis no era afectiva; era de Fe. La crisis no era afectiva; era de Fe.
Yo me daría por bien servido —más allá de mis expectativas personales, respecto a mi propia y magra Fe— si, a nivel eclesial (obispos, curas, asambleas diocesanas, movimientos, parroquias, etc), hacia el final del Año de la Fe se hubiese logrado modificar la carátula de la causa, el diagnóstico del paciente: no era afectiva; la crisis era de Fe.

Dios nos conceda a todos un Año de Gracia en que aumentar esta descuidada virtud."