Desde el 13 de mayo de 1917 la Sma. Virgen María se apareció en seis ocasiones en Fátima (Portugal) a tres pastorcitos: Lucía, Francisco y Jacinta. En un hermoso libro titulado "Memorias de Lucía" (cuya lectura recomendamos) la que vio a la Virgen cuenta todos los detalles de esas apariciones.
El 13 de mayo se produjo el siguiente diálogo:
- ¿De dónde es su merced? - Mi patria es el cielo.
- ¿Y qué desea de nosotros? - Vengo a pedirles que vengan el 13 de cada mes a esta hora (mediodía). En octubre les diré quién soy y qué es lo que quiero.
- ¿Y nosotros también iremos al cielo? - Lucía y Jacinta sí.
- ¿Y Francisco?
Los ojos de la aparición se vuelven hacia el jovencito y lo miran con expresión de bondad y de maternal reproche mientras va diciendo: - El también irá al cielo, pero antes tendrá que rezar muchos rosarios.
Y la Sma. Virgen continuó diciéndoles:
- ¿Quieren ofrecerse al Señor y estar prontos para aceptar con generosidad los sufrimientos que Dios permita que les lleguen y ofreciéndolo todo en desagravio por las ofensas que se hacen a Nuestro Señor?
- Sí, Señora, queremos y aceptamos.
Con un gesto de amable alegría, al ver su generosidad, les dijo:
- Tendrán ocasión de padecer y sufrir, pero la gracia de Dios los fortalecerá y asistirá.
Segunda aparición: 13 de Junio de 1917.
La Sma. Virgen le dice a los tres niños: "Es necesario que recen el rosario y aprendan a leer".
Lucía le pide la curación de un enfermo y la Virgen le dice: "Que se convierta y el año entrante recuperará la salud".
Lucía le suplica: "Señora: ¿quiere llevarnos a los tres al cielo?".
- Sí a Jacinta y a Francisco los llevaré muy pronto, pero tú debes quedarte aquí abajo, porque Jesús quiere valerse de ti para hacerme amar y conocer. El desea propagar por el Inmaculado Corazón de Maríamundo la devoción al Inmaculado Corazón de María.
- ¿Y voy a quedarme solita en este mundo?
- ¡No hijita! ¿Sufres mucho? Pero no te desanimes, que yo no te abandonaré. Mi corazón inmaculado será tu refugio y yo seré el camino que te conduzca a Dios.
Tercera aparición: 13 de julio de 1917.
Ya hay 4,000 personas. Nuestra Señora les dice a los videntes: "Es necesario rezar el rosario para que se termine la guerra. Con la oración a la Virgen se puede obtener la paz. Cuando sufran algo digan: ‘Oh Jesús, es por tu amor y por la conversión de los pecadores’".
La Virgen abrió sus manos y un haz de luz penetró en la tierra y apareció un enorme horno lleno de fuego, y en él muchísimas personas semejantes a brasas encendidas, que levantadas hacia lo alto por las llamas volvían a caer gritando entre lamentos de dolor. Lucía dio un grito de susto. Los niños levantaron los ojos hacia la Virgen como pidiendo socorro y Ella les dijo:
- ¿Han visto el infierno donde van a caer tantos pecadores? Para salvarlos, el Señor quiere establecer en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María. Si se reza y se hace penitencia, muchas almas se salvarán y vendrá la paz. Pero si no se reza y no se deja de pecar tanto, vendrá otra guerra peor que las anteriores, y el castigo del mundo por sus pecados será la guerra, la escasez de alimentos y la persecución a la Santa Iglesia y al Santo Padre. Vengo a pedir la Consagración del mundo al Corazón de María y la Comunión de los Primeros Sábados, en desagravio y reparación por tantos pecados. Si se acepta lo que yo pido, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Pero si no una propaganda impía difundirá por el mundo sus errores y habrá guerras y persecuciones a la Iglesia. Muchos buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá que sufrir mucho. Varias naciones quedarán aniquiladas. Pero al fin mi Inmaculado Corazón triunfará.
Y añadió Nuestra Señora: Cuando recen el Rosario, después de cada misterio digan: "Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia".
Cuarta aparición: Agosto 1917.
Cuarta aparición. Esta no ue posible el 13 de agosto, porque ese día el alcalde tenía prisioneros a los 3 niños intentándo acerlos decir que ellos no habían visto a la Virgen. Aunque el alcalede no logró su propósito, la aparición sucedió unos días después.
La Sma. Virgen les dijo en la 4ª. Aparición: "Recen, recen mucho y hagan sacrificios por los pecadores. Tienen que recordar que muchas almas se condenan porque no hay quién rece y haga sacrificios por ellas". (El Papa Pío XII decía que esta frase era la que más le impresionaba del mensaje de Fátima y exclamaba: "Misterio tremendo: que la salvación de muchas almas dependa de las oraciones y sacrificios que se hagan por los pecadores).
Desde esta aparición los tres niños se dedicaron a ofrecer todos los sacrificios posibles por la conversión de los pecadores y a rezar con más fervor el Rosario.
Quinto aparición: 13 de Septiembre 1917.
Ya hay unas 12,000 personas. Nuestra Señora les recomienda a los videntes que sigan rezando el Rosario y anuncia el fin de la guerra. Lucía le pide por varios enfermos. La Virgen le responde que algunos sí curarán, pero que otros no, porque Dios no se confía de ellos, y porque para la santificación de algunas personas es más conveniente la enfermedad que la buena salud. E invita a todos a presenciar un gran milagro el próximo 13 de octubre.
Sexta y última aparición. 13 de octubre de 1917.
En este día hay 70.000 personas. La aparición dice a los tres niños: "Yo soy la Virgen del Rosario. Deseo que en este sitio me construyan un templo y que recen todos los días el Santo Rosario".
Lucía les dice los nombres de bastantes personas que quieren conseguir salud y otros favores muy importantes. Nuestra Señora le responde que algunos de esos favores serán concedidos y otros serán reemplazados por favores mejores. Y añade: "Pero es muy importante que se enmienden y que pidan perdón por sus pecados".
Y tomando un aire de tristeza la Sma. Virgen dijo estas sus últimas palabras de las apariciones: QUE NO OFENDAN MÁS A DIOS QUE YA ESTÁ MUY OFENDIDO (Lucía afirma que de todas las frases oídas en Fátima, esta fue la que más le impresionó).
La Sma. Virgen antes de despedirse señaló con sus manos hacia el sol y entonces los 70,000 espectadores presenciaron un milagro conmovedor, un espectáculo maravilloso, nunca visto: la lluvia cesó instantáneamente (había llovido desde el amanecer y era mediodía) las nubes se alejaron y el sol apareció como un inmenso globo de plata o de nieve, que empezó a dar vueltas a gran velocidad, esparciendo hacia todas partes luces amarillas, rojas, verdes, azules y moradas, y coloreando de una manera hermosísima las lejanas nubes, los árboles, las rocas y los rostros de la muchedumbre que allí estaba presente. De pronto el sol se detiene y empieza a girar hacia la izquierda despidiendo luces tan bellas que parece una explosión de juegos pirotécnicos, y luego la multitud ve algo que la llena de terror y espanto.
Ven que el sol se viene hacia abajo, como si fuera a caer encima de todos ellos y a carbonizarlos, y un grito inmenso de terror se desprende de todas las gargantas. "Perdón, Señor, perdón", fue un acto de contricción dicho por muchos miles de pecadores. Este fenómeno natural se repitió tres veces y duró diez minutos. No fue registrado por ningún observatorio astronómico porque era un milagro absolutamente sobrenatural.
Luego el sol volvió a su sitio y los miles de peregrinos que tenían sus ropas totalmente empapadas por tanta lluvia, quedaron con sus vestidos instantáneamente secos. Y aquel día se produjeron maravillosos milagros de sanaciones y conversiones.
Y nosotros queremos recordar y obedecer los mensajes de la Sma. Virgen en Fátima: "Rezar el Rosario. Hacer oración y sacrificios por la conversión de los pecadores y NO ofender más a Dios, que ya esta muy ofendido".
Apariciones del Ángel de La Paz
Un tiempo antes de la manifestación de Nuestra Señora de Fátima, los niños Videntes, tuvieron tres apariciones de un Angel. La primera tuvo lugar en la primavera de 1916 en la cueva "Loca de Cabeco".
El Angel les dijo: " No teman. Soy el Angel de la Paz. Recen conmigo."
Luego se arrodillo en la tierra, se inclino y dijo :
"Mi Dios, Yo creo en ti, Yo te adoro y Yo te amo. Te pido perdón por todos aquellos que no creen , que no te adoran y no te aman."
Lo repitió tres veces, se levanto y le dijo a los pequeños "Recen de esta manera. Los corazones de Jesús y María están atentos a sus súplicas." Luego desapareció.
En la segunda aparición, entre otras cosas, el Angel les dijo: "Yo soy el Angel de su guardia, el Angel de Portugal. Sobre todo, acepten y soporten con sumisión el sufrimiento que el Señor les envíe".
En la tercer aparición: El Angel nuevamente se apareció en la cueva Loca de Cabeco, llevaba consigo un cáliz y sostuvo sobre él, una Hostia. Repitió tres veces esta oración:
"Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en acto de reparación por los sacrilegios, ultrajes e indiferencia por la cual Él Mismo es ofendido. Y mediante los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, yo le pido la conversión de los pobres pecadores."
Después le dio la Hostia a Lucía y ofreció el contenido del Cáliz a Jacinta y Francisco para que lo bebieran. Volvió a repetir la oración y se marcho.
Apariciones de la Santísima Virgen
Ocurrieron entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917.
Primera Aparición:
Aconteció el 13 de mayo, los tres niños se encontraban en la Cova de Iría, cuando vieron un luz como si fuera un relámpago, entonces creyendo que era una tormenta, intentaron marcharse, pero nuevamente otro rayo de luz los detuvo, de repente por encima de un arbusto apareció Nuestra Señora vestida de blanco, brillaba como el sol, en su mano derecha llevaba un Rosario. La Virgen les hablo así:
"No tengan miedo. No les haré daño."
Lucia pregunto:
- ¿De dónde es su merced?
La Virgen María respondió:
- Mi lugar es el cielo.
Y el diálogo siguió, más o menos de esta manera:
- ¿Y qué desea de nosotros?
- Vengo a pedirles que vengan el 13 de cada mes al mediodía. En octubre les diré quién soy y qué es lo que quiero.
Lucía le preguntó:
- ¿Nosotros también iremos al cielo?
- Jacinta y tu, sí.
- ¿Y Francisco?, preguntó Lucía.
- El también irá al cielo, pero antes tendrá que rezar muchos rosarios.
Y la Señora continuó diciéndoles:
- ¿Quieren ofrecerse al Señor y estar prontos para aceptar con generosidad los sufrimientos que Dios permita que les lleguen y ofreciéndolo todo en desagravio por las ofensas que se hacen a Nuestro Señor?
- Sí, Señora, queremos. Respondieron los pastorcitos.
La Santísima Virgen les dijo:
- Tendrán ocasión de padecer y sufrir, pero la gracia de Dios los fortalecerá y asistirá.
Pasados unos minutos Nuestra Señora agregó:
-"Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra".
Luego se elevó y desapareció.
Virgen de Fatima Segunda Aparición:
Tuvo lugar el 13 de Junio de 1917, en ella Nuestra Señora les pidió a los niños que recen el rosario y aprendan a leer.
Después Lucía le preguntó:
¿Quiere llevarnos a los tres al cielo?
Nuestra Señora le responde:
- Sí a Jacinta y a Francisco los llevaré muy pronto, pero tú debes quedarte aquí abajo, porque Jesús quiere valerse de ti para hacerme amar y conocer. El desea propagar por el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María.
Lucía entonces le dice:
- ¿Y voy a quedarme sólita en este mundo?
La santísima Virgen le responde:
- ¡No hijita! ¿Sufres mucho? Pero no te desanimes, que yo no te abandonaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y yo seré el camino que te conduzca a Dios.
Tercera Aparición:
Ocurrió el 13 de julio de 1917, en esta aparición, ya se encuentran 4000 personas contemplando a los niños. Nuestra Señora les habló a los videntes así:
"Es necesario rezar el rosario para que se termine la guerra. Con la oración a la Virgen se puede obtener la paz. Cuando sufran digan: 'Oh Jesús, es por tu amor y por la conversión de los pecadores' ".
Luego tuvieron la visión del Infierno, que Lucía en su libro "Memorias" nos relata así:
"Ella abrió sus manos una vez más, como lo había hecho los dos meses anteriores. Los rayos de luz parecían penetrar la tierra y vimos, por decirlo así, un vasto mar de fuego. Sumergidos en este fuego, vimos a los demonios y a las almas de los condenados. Estas últimas eran como rescoldos transparentes y ardientes, todos ennegrecidos o bruñidos en bronce, que tenían forma humana. Flotaban en aquella conflagración, que a veces se elevaba en el aire por las llamas que ellas mismas emitían, junto con grandes nubes de humo. Retrocedían después hacia todos lados como chispas en incendios inmensos, sin peso o equilibrio, entre alaridos y gemidos de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo (debió haber sido este espectáculo lo que me hizo gritar, como dice la gente que nos escuchó). Los demonios se distinguían de las almas de los condenados, por su aterrador y repugnante parecido con espantosos y desconocidos animales, negros y transparentes como brasas ardientes. Esa visión duró sólo un momento, gracias a nuestra bondadosa Madre Celestial, Quien en la primera aparición había prometido llevarnos al Cielo. Sin esto, creo que hubiéramos muerto de terror y miedo."
Después de este suceso, los niños Videntes estaban asustados y Nuestra Señora, les habló con bondad y tristeza:
"¿Han visto el infierno donde van a caer tantos pecadores? Para salvarlos, el Señor quiere establecer en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María. Si se reza y se hace penitencia, muchas almas se salvarán y vendrá la paz. Pero si no se reza y no se deja de pecar tanto, vendrá otra guerra peor que las anteriores, y el castigo del mundo por sus pecados será la guerra, la escasez de alimentos y la persecución a la Santa Iglesia y al Santo Padre. Vengo a pedir la Consagración del mundo al Corazón de María y la Comunión de los Primeros Sábados, en desagravio y reparación por tantos pecados. Si se acepta lo que yo pido, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo y habrá guerras y persecuciones a la Iglesia. Muchos buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá que sufrir mucho. Varias naciones quedarán aniquiladas. Pero al fin mi Inmaculado Corazón triunfará.
El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal el dogma de la fe se conservará siempre... (Luego de estas palabras la Virgen María les cuenta a los niños la tercera parte del secreto o (tercer secreto), que Lucía escribió entre el 22 de Diciembre de 1943 y el 9 de Enero 1944). Después la Virgen dijo: 'Esto no lo digas a nadie. A Francisco si podéis decírselo'."
Y agregó: Cuando recen el Rosario, después de cada misterio digan: "Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados, libranos del fuego del infierno y lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia".
Cuarta Aparición:
Esta ocurrió el domingo 19 de Agosto, porque el 13 de agosto, el administrador del Consejo del lugar, apresó a los tres niños para tratar de hacerlos decir que ellos no habían visto a la Virgen, los asusto, los encerró en el calabozo, donde los pequeños colgaron en la pared una medalla que tenia Jacinta y rezaron el rosario junto a los presos, hasta que finalmente tuvo que liberarlos. Unos días después la Virgen apareció en un lugar llamado Valinhos (a 400 metros de Aljustrel), y entre otras cosas les dijo: "Deseo que sigan yendo a Cova de Iría en los días 13, que sigan rezando el rosario todos los días y les prometio que haría en el último mes un milagro para que todos creyesen."
Quinta Aparición:
Sucedió el 13 de Septiembre 1917. Nuestra Señora les dice nuevamente a los niños que sigan rezando el Rosario para que finalice la guerra y les expresa:
"En octubre haré un milagro para que todos crean, Curaré a algunos enfermos, pero no a todos."
Sexta Aparición:
"El milagro del cielo de Fátima o el milagro del Sol."
La última aparición ocurrió el 13 de octubre de 1917, en la Cova de Iría, donde se encontraban 70.000 personas, llovía torrencialmente y los pequeños fueron al lugar, donde la Virgen se manifestó y les dijo:
"Yo soy la Señora del Rosario, continúen rezando el Rosario todos los días, la guerra se acabará pronto."
Luego se produce el milagro del sol, la Virgen elevó sus brazos al cielo y la lluvia se detuvo, el sol giró tres veces sobre si mismo, emitiendo luces de variados colores. Los niños y los testigos del suceso vieron como si el sol se desprendiera del firmamento y fuese a caer sobre ellos. Muchos gritaban de miedo, los niños Videntes en esos momentos tuvieron visiones al lado del sol, vieron a San José con el Niño, a Nuestra Señora de los Dolores y a Nuestra Señora del Carmen. Luego de diez minutos el sol volvió a su lugar y los miles de peregrinos que tenían sus ropas mojadas por tanta lluvia, quedaron con sus ropas completamente secas.
Este suceso es considerado como el acontecimiento sobrenatural más grande del siglo XX. La Iglesia Católica ha aprobado oficialmente al Mensaje de Fátima como "digno de ser creído" desde 1930.
Un observador de los hechos el Doctor Garrett, profesor de la Facultad de Ciencias de Coimbra, Portugal, relato lo sucedido así:
"El cielo, que había estado nublado todo el día, súbitamente se aclaró; la lluvia paró y parecía como si el sol estuviera a punto de llenar de luz el campo que la mañana invernal había vuelto tan lóbrego. Yo miraba el lugar de las apariciones en un estado sereno, aunque frío, en espera de que algo pasara, y mi curiosidad disminuía, pues ya había transcurrido bastante tiempo sin que pasara nada que llamara mi atención. Unos momentos antes, el sol se había abierto paso entre una capa gruesa de nubes que lo escondían y brillaba entonces clara e intensamente. De repente escuché el clamor de miles de voces, y vi a la multitud desparramarse en aquel vasto espacio a mis pies ... darle la espalda a aquel lugar, que hasta ese momento había sido el foco de sus expectativas, y mirar hacia el sol en la otra dirección. Yo también di la vuelta hacia el punto que atraía su atención y pude ver el sol, como un disco transparente, con su agudo margen, que brillaba sin lastimar la vista. No se podía confundir con el sol que se ve a través de una neblina (en ese momento no había neblina), pues no estaba velado ni opaco. En Fátima, el sol conservó su luz y calor, y se destacó claramente en el cielo, con un margen agudo, parecía una mesa de juego. Lo más sorprendente era que se podía mirar directamente al disco solar, sin que los ojos se lastimaran o se dañara la retina. Durante ese tiempo, el disco del sol no permaneció inmóvil, se mantuvo en un movimiento vertiginoso, pero no como el titilar de una estrella con todo su brillo, pues el disco giraba alrededor de sí mismo en un furioso remolino ...".
El Secreto de Fátima
Nuestra Señora de FatimaEn la tercera aparición la Santísima Virgen les contó un secreto a los Videntes, éste esta dividido en tres partes, las dos primera han sido públicamente reveladas en el libro "Memorias de Lucía" en la década de 1940. Y son: La Visión del infierno, el anunció de una futura guerra, la petición de la Santísima Virgen sobre la Consagración de Rusia, como condición para la paz mundial y la práctica de la comunión de los primeros sábados.
La Tercera parte o Tercer Secreto:
Se hizo público el 13 de mayo del 2000.
Lucía Dos Santos
Nació en Aljustrel, a casi 1 kilómetro de Fátima, Portugal. El 22 de marzo de 1907, hija de Antonio y María Rosa Dos Santos. Prima de Francisco y Jacinta. Desde la primera aparición de la Virgen tuvo que soportar muchos sufrimientos, porque era criticada y se dudaba de ella. Los sacerdotes de la parroquia de Fátima insinuaron que ella podría ser un "pequeño instrumento del demonio". Por todo esto la niña sentía mucho temor en regresar al lugar de las apariciones, pero pudo vencerlo ante el pedido de sus primos y regresó a la Cova de Iría, como la Santísima Virgen se lo había solicitado. Uno de sus mayores dolores fue cuando a Virgen le dijo que se llevaría muy pronto al Cielo a Francisco y a Jacinta y le expresó que ella permanecería en la tierra, para difundir la devoción al Corazón Inmaculado de María.
En 1921, Lucía fue enviada al convento de las Hermanas Doroteas de Villar en Oporto, por decisión del Obispo de Leiria, tenia entonces 14 años. En 1928, se convirtió en religiosa y en 1946, ingresó al convento de las Hermanas Carmelitas de Coimbra, Portugal. Tomo el nombre de María Lucía del Inmaculado Corazón, pero es más conocida como la Hermana Lucía.
La Santísima Virgen María se manifestó a Lucía cuando ella era postulante, y le reveló la promesa de los Cinco Primeros Sábados, cinco años después, en Junio del 1929, tuvo la visión de la Trinidad, con la petición de la consagración de Rusia.
Beato Francisco Marto
Videntes de FatimaNació en Aljustrel, a casi 1 kilómetro de Fátima, Portugal. El 11 de junio de 1908, era hijo de Manuel y Olimpia de Jesús Marto, hermano de Jacinta y primo de Lucía.
Cuando ocurrieron los acontecimientos de Fátima, éste pequeño tenía nueve años.
Durante de la primera aparición, Lucía preguntó si Francisco iría al Cielo, y la Señora contesto: "Sí, va a ir al Cielo, pero tendrá que rezar muchas veces el Rosario."
Después de las apariciones Francisco mostraba poco interés en ir a la escuela, frecuentemente les decía a Lucía y a Jacinta al momento de aproximarse al colegio: "Sigan, que yo voy a ir a la iglesia a hacerle compañía al Jesús escondido" (ésta expresión se refiere al Santo Sacramento).
A fines de 1918, Francisco y su hermanita, enfermaron gravemente por una epidemia de bronconeumonía y el 4 de abril de 1919, el niño falleció. Lucía escribió en su libro "Memorias... " al narrar sobre su primo: "Voló al Cielo en los brazos de Nuestra Madre Celestial."
Beata Jacinta Marto
También nació en Aljustrel, a casi un kilómetro de Fátima, Portugal. El 11 de marzo de 1910. Era hija de Manuel y Olimpia de Jesús Marto, hermana de Francisco y prima de Lucía.
Cuando ocurrieron los sucesos de Fátima, tenía siete años, era la menor de los tres niños. Jacinta después de haber tenido la visión del infierno, se ofreció completamente a la salvación de las almas.
Poco tiempo después de las apariciones enfermo, primero junto su hermano en la epidemia de bronconeumonía, después se le declaró una pleuresía purulenta, luego de dos meses de internación la llevaron nuevamente a su hogar, pero los médicos encontraron que tenia una inflamación abierta y ulcerosa en el pecho. Más tarde le diagnosticaron tuberculosis. Fue internada en el hospital de Lisboa en donde la Santísima Virgen se le apareció en varias oportunidades. Jacinta en su agonía ofrecía sus sufrimientos por los pecadores. Falleció en la noche del 20 de febrero de 1920.
Francisco y Jacinta Martos estuvieron enterrados en el cementerio municipal de Fátima, hasta que los trasladaron a la Basílica de Nuestra Señora a principios de la década de 1950.
Los Cinco Primeros Sábados
El 10 de diciembre de 1925, Lucía era postulante en el Convento de las Doroteas en España, cuando de repente tuvo la manifestación de la Virgen María y del Niño Jesús.
Nuestra Señora le habló así:
"Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas, que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tu, al menos, procura consolarme y di que a todos que durante cinco meses en el primer sábado se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, reciten el Rosario y hágame compañía durante 15 minutos, al mismo tiempo mediten sobre los quince misterios del Rosario, con un espíritu de expiación, que Yo les prometo asistirlos a la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas."
Párrafo de una carta que escribió la Hermana Lucía en 1927, acerca de la devoción expiatoria de los cinco sábados al Corazón Inmaculado de María:
"La devoción consiste en esto: Durante cinco meses, el Primer Sábado, recibir a Jesús en la Comunión, recitar el Rosario, hacerle compañía a Nuestra Señora durante quince minutos mientras se medita sobre los misterios del Rosario y confesarse. La confesión puede hacerse unos días antes, y si en esta confesión previa usted ha olvidado la intención (obligatoria), se puede ofrecer la siguiente intención, siempre y cuando uno reciba la Santa Comunión en estado de gracia el primer Sábado, con el propósito de expiar las ofensas contra la Santísima Virgen y que afligen Su Inmaculado Corazón."
La Visión de la Trinidad
El 13 de Junio de 1929, en Tuy, España, Lucía tuvo una visión que representaba a la Santísima Trinidad.
La Hermana Lucía habló así acerca de lo sucedido: "...entendí que era el Misterio de la Santa Trinidad que se me enseñó, y yo recibí luces acerca de este misterio, que no se me permite revelar".
En ese instante Nuestra Señora le dijo: "el momento ha llegado para que Dios le pida al Santo Padre que lleve a cabo, en unión de todos los obispos del mundo, la consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón. De esta manera, El promete salvar a Rusia."
La Basílica
Fue iniciada en 1928 y consagrada el 7 de Octubre de 1953. Tiene quince altares que corresponden a las quince decenas del Rosario en honor de Nuestra Señora, quien en ese lugar declaró:
"Yo soy la Señora del Rosario". EL edificio está construido de piedra caliza sólida, y tiene una torre de 65 metros. Las tumbas de Francisco
y Jacinta, están ubicadas detrás del Altar Mayor. El cuadro del altar mayor simboliza el mensaje de Nuestra Señora a los niños, preparados por el Angel de Portugal, por medio del encuentro con Jesús en la Eucaristía. Los vitrales representan escenas de las apariciones y algunas invocaciones de la Letanía de la Virgen. El órgano, fue instalado en 1952, tiene cerca de 12 mil tubos.
En la entrada del Santuario, por la parte sur de la Rectoría, se encuentra, un monumento inaugurado el 13 de agosto de 1994, que contiene una porción del Muro de Berlín, demolido a partir del 9 de Noviembre de 1989.
La Capilla
Fue el primero edificio construido en Cova de Iría, y es precisamente el lugar de las apariciones de Nuestra Señora. Hay una columna de mármol sobre la cual está colocada la Imagen de Virgen.
Está compuesto por 15 capillitas, catorce recordando la Pasión del Señor y una décima quinta por su Resurrección. El VíaCrucis comienza en la rotonda de Santa Teresa y recorre parte del camino entre Aljutrel y el lugar de las apariciones en Cova de Iría.
Por debajo del Calvario hay una Capilla dedicada a San Esteban. Las primeras 14 estaciones, fueron inauguradas el 12 de Mayo de 1964, la 15ª, el 13 de octubre de 1992.
Monumento del Sagrado Corazón de Jesús: Se eleva en el centro de la plaza y sobre un pozo, cuya agua ha sido el medio de muchas gracias.
Fechas importantes después del milagro de Fátima:
28 de abril de 1919: Comienza la Construcción de la Capillita.
13 de octubre de 1921: Se permite por primera vez celebrar la Santa Misa.
3 de mayo de 1922: El Obispo de Leiría, manda instaurar el proceso canónico, sobre los acontecimientos de Fátima.
10 de diciembre de 1925: Lucía era postulante en el Convento de las Doroteas en España, cuando tuvo la manifestación de la Virgen María y del Niño Jesús.
13 de Junio de 1929, Tuy, España: Lucía tuvo una visión que representaba a la Santísima Trinidad.
13 de octubre de 1930: El Obispo de Leiria declara, dignas de fe las apariciones y autoriza el culto de Nuestra Señora de Fátima.
13 de mayo de 1931: Se consagra por primera vez a Portugal, al Inmaculado Corazón de María.
31 de octubre de 1942: Pío XII, hablando en portugués por la radio, consagra el mundo al Inmaculado Corazón de María.
2 de enero de 1944: La hermana Lucía puso por escrito la tercera parte del Secreto de Fátima.
13 de mayo de 1946: La Imagen de Nuestra Señora de Fátima de la capillita es coronada por el Cardenal Marsella.
21 de noviembre de 1964: El Papa Pablo VI, cuando clausura la tercera sesión del Concilio Ecuménico, anuncia, la concesión de la Rosa de Oro al Santuario de Fátima, la que entregaría el Cardenal Cento, el día 13 de mayo de 1965.
13 de mayo de 1967: S.S. Pablo VI, viaja a Fátima en el cincuentenario de la primera aparición de Nuestra Señora.
12 y 13 de mayo de 1982: S.S. Juan Pablo II viaja a Fátima como peregrino, para agradecer el haber sobrevivido del brutal atentado, sufrido un año antes en la plaza de San Pedro y consagra a la Iglesia, a los hombres y a los pueblos, al Inmaculado Corazón de María.
25 de marzo de 1984: El la plaza de San Pedro en Roma, delante de la Imagen de la Virgen, Juan Pablo II consagra una vez más, el mundo, al Inmaculado Corazón de María, en unión con todos los Obispos del Mundo.
12 y 13 de mayo de 1991: El Santo Padre Juan Pablo II, vuelve a Fátima por segunda vez, como peregrino, en el décimo aniversario de su atentado.
13 mayo de 2000: El Santo Padre preside la ceremonia de beatificación de Jacinta y Francisco Marto.
jueves, 13 de mayo de 2010
jueves, 6 de mayo de 2010
La romería de mayo
La Iglesia dedica el mes de mayo a la Virgen. "Mes de mayo -decía san Josemaría-. El Señor quiere de nosotros que no desaprovechemos esta ocasión de crecer en su Amor a través del trato con su Madre". Ofrecemos una guía en PDF para realizar una romería a la Madre de Dios.
La romería de mayo es una visita a la Virgen hecha con amor filial. Lo que hacía San Josemaría era rezar tres partes del Rosario.
Mes de mayo. El Señor quiere de nosotros que no desaprovechemos esta ocasión de crecer en su Amor a través del trato con su Madre. Que cada día sepamos tener con Ella esos detalles de hijos —cosas pequeñas, atenciones delicadas—, que se van haciendo grandes realidades de santidad personal y de apostolado, es decir, de empeño constante por contribuir a la salvación que Cristo ha venido a traer al mundo.[1]
Está en la tradición de la Iglesia que en muchos lugares se dedique el mes de mayo a la Santísima Virgen María. En este tiempo, los cristianos nos esforzamos por tener más presente en nuestro corazón a la Madre de Dios, con un amor que se traduce en prácticas de cariño filial con la Virgen.
San Josemaría se conmovía con las manifestaciones multitudinarias de amor a la Virgen, pero siempre decía que tenía predilección por la romería hecha individualmente o en grupos reducidos, quizá sólo de dos o tres personas. Respeto y amo esas otras manifestaciones públicas de piedad, pero personalmente prefiero intentar ofrecer a María el mismo cariño y el mismo entusiasmo, con visitas personales, o en pequeños grupos, con sabor de intimidad.[2]
En 1935, después de su primera visita al santuario de Sonsoles, en tierras de Ávila, el fundador del Opus Dei estableció que, como muestra de amor a la Virgen, todos los fieles de la Prelatura hicieran cada año, en el mes de mayo, una romería a un Santuario o lugar donde se venere una imagen de Santa María. Desde entonces, esa costumbre se ha difundido entre muchas otras personas que han entrado en contacto con su mensaje.
La romería de mayo es una visita a la Virgen hecha con amor filial. Lo que hacía San Josemaría era rezar tres partes del Rosario: una, en el camino de ida; otra —que solía ser la correspondiente al día de la semana, con las letanías—, en el santuario o ante la imagen de Nuestra Señora que había ido a visitar; y la tercera, en el camino de regreso.
Se pueden ofrecer a Santa María pequeñas mortificaciones por las necesidades personales y de toda la Iglesia: hacer a pie al menos la última parte del trayecto; aceptar con alegría las incomodidades del camino o las inclemencias del tiempo; privarse del pequeño refrigerio que sería normal en un paseo, etc.
La romería de mayo tiene un marcado espíritu apostólico. San Josemaría animaba a hacerla en compañía de amigos o parientes y a aprovechar para sugerirles algún paso adelante en su vida cristiana.
Muchas conversiones, muchas decisiones de entrega al servicio de Dios han sido precedidas de un encuentro con María. Nuestra Señora ha fomentado los deseos de búsqueda, ha activado maternalmente las inquietudes del alma, ha hecho aspirar a un cambio, a una vida nueva. Y así el haced lo que El os dirá se ha convertido en realidades de amoroso entregamiento, en vocación cristiana que ilumina desde entonces toda nuestra vida personal.[3]
"Una manifestación particular de la maternidad de María —decía Juan Pablo II en Fátima— la constituyen los sitios donde Ella se encuentra con los hombres, las casas donde habita; lugares donde se nota una particular presencia de la Madre. En todos estos lugares se cumple de modo admirable el singular testamento del Señor crucificado. Allí, el hombre es confiado a María, allí acude con presteza a encontrarse con Ella como con la propia Madre; le abre su corazón, le habla de todo; la recibe en su propia casa, es decir, le hace partícipe de todos sus problemas".
La romería de mayo es una visita a la Virgen hecha con amor filial. Lo que hacía San Josemaría era rezar tres partes del Rosario.
Mes de mayo. El Señor quiere de nosotros que no desaprovechemos esta ocasión de crecer en su Amor a través del trato con su Madre. Que cada día sepamos tener con Ella esos detalles de hijos —cosas pequeñas, atenciones delicadas—, que se van haciendo grandes realidades de santidad personal y de apostolado, es decir, de empeño constante por contribuir a la salvación que Cristo ha venido a traer al mundo.[1]
Está en la tradición de la Iglesia que en muchos lugares se dedique el mes de mayo a la Santísima Virgen María. En este tiempo, los cristianos nos esforzamos por tener más presente en nuestro corazón a la Madre de Dios, con un amor que se traduce en prácticas de cariño filial con la Virgen.
San Josemaría se conmovía con las manifestaciones multitudinarias de amor a la Virgen, pero siempre decía que tenía predilección por la romería hecha individualmente o en grupos reducidos, quizá sólo de dos o tres personas. Respeto y amo esas otras manifestaciones públicas de piedad, pero personalmente prefiero intentar ofrecer a María el mismo cariño y el mismo entusiasmo, con visitas personales, o en pequeños grupos, con sabor de intimidad.[2]
En 1935, después de su primera visita al santuario de Sonsoles, en tierras de Ávila, el fundador del Opus Dei estableció que, como muestra de amor a la Virgen, todos los fieles de la Prelatura hicieran cada año, en el mes de mayo, una romería a un Santuario o lugar donde se venere una imagen de Santa María. Desde entonces, esa costumbre se ha difundido entre muchas otras personas que han entrado en contacto con su mensaje.
La romería de mayo es una visita a la Virgen hecha con amor filial. Lo que hacía San Josemaría era rezar tres partes del Rosario: una, en el camino de ida; otra —que solía ser la correspondiente al día de la semana, con las letanías—, en el santuario o ante la imagen de Nuestra Señora que había ido a visitar; y la tercera, en el camino de regreso.
Se pueden ofrecer a Santa María pequeñas mortificaciones por las necesidades personales y de toda la Iglesia: hacer a pie al menos la última parte del trayecto; aceptar con alegría las incomodidades del camino o las inclemencias del tiempo; privarse del pequeño refrigerio que sería normal en un paseo, etc.
La romería de mayo tiene un marcado espíritu apostólico. San Josemaría animaba a hacerla en compañía de amigos o parientes y a aprovechar para sugerirles algún paso adelante en su vida cristiana.
Muchas conversiones, muchas decisiones de entrega al servicio de Dios han sido precedidas de un encuentro con María. Nuestra Señora ha fomentado los deseos de búsqueda, ha activado maternalmente las inquietudes del alma, ha hecho aspirar a un cambio, a una vida nueva. Y así el haced lo que El os dirá se ha convertido en realidades de amoroso entregamiento, en vocación cristiana que ilumina desde entonces toda nuestra vida personal.[3]
"Una manifestación particular de la maternidad de María —decía Juan Pablo II en Fátima— la constituyen los sitios donde Ella se encuentra con los hombres, las casas donde habita; lugares donde se nota una particular presencia de la Madre. En todos estos lugares se cumple de modo admirable el singular testamento del Señor crucificado. Allí, el hombre es confiado a María, allí acude con presteza a encontrarse con Ella como con la propia Madre; le abre su corazón, le habla de todo; la recibe en su propia casa, es decir, le hace partícipe de todos sus problemas".
Carta del Prelado del Opus Dei (mayo 2010)
El Prelado llama a dejar a los pies de Santa María las inquietudes de la vida ordinaria, como hizo San Josemaría tantas veces.
Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Comenzamos este mes dedicado especialmente a la Virgen, dentro del año mariano que estamos celebrando en la Obra. Y el corazón y el pensamiento se nos van enseguida a Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, para agradecerle los innumerables favores que recibimos constantemente por su intercesión. Algunos los conocemos, de otros no tenemos conciencia; pero nada más cierto que, para honrar más a su Madre, Dios quiere otorgarnos los tesoros de su gracia sirviéndose de la Santísima Virgen, siempre en estrecha unión y dependencia de su Hijo. «La mediación materna de María no hace sombra a la única y perfecta mediación de Cristo», explicaba Juan Pablo II comentando algunos textos del Concilio Vaticano II. Por el contrario, añadía, «lejos de ser un obstáculo al ejercicio de la única mediación de Cristo, María pone de relieve su fecundidad y su eficacia».
En estos días le agradecemos en concreto —perdonad el inciso— la ordenación sacerdotal de 32 hermanos vuestros, a quienes administraré el presbiterado el próximo día 8, en la Basílica de San Eugenio. Recemos a la Virgen por ellos y por todos los sacerdotes.
La historia de la espiritualidad cristiana está llena de ejemplos que manifiestan la protección maternal de Nuestra Señora sobre sus hijos, a los que asiste con gracias especiales. La más antigua oración mariana, el Sub tuum præsidium, que tanto repitió San Josemaría, se remonta al siglo III y expresa esta confiada certeza: «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita».
Todos hemos experimentado en nuestra vida la presencia bienhechora de Santa María para acercarnos a la intimidad del Señor. Por esta razón, y porque se lo merece —no hay criatura más digna que la Virgen: más que Ella sólo Dios—, jamás le agradeceremos suficientemente sus desvelos por nosotros, ni la alabaremos como sería debido. Así se expresaba San Josemaría, en continuidad con la tradición cristiana. «La teología ha ideado en los siglos pasados una sentencia que resume el amor de los cristianos a la Madre de Dios: de Maria, nunquam satis, nunca podremos excedernos en hablar y escribir sobre la dignidad de la que dio su carne y su sangre a la Segunda Persona de la Trinidad Santísima».
Estas razones constituyen el fundamento de la piedad mariana, que florece de modo más evidente por el mundo en estas semanas. En nuestro caso, se añaden varios motivos específicos, que nos invitan a tratar con especial cariño a nuestra Madre. Me refiero a dos aniversarios que se cumplen en este mes: el de la primera romería de nuestro Padre —a Sonsoles, en 1935— y el de su novena ante la Virgen de Guadalupe, en 1970. El recuerdo agradecido de estos acontecimientos, que pertenecen ya a la historia del Opus Dei, nos impulsa a considerar que —como señala Benedicto XVI— «con la Encarnación del Hijo de Dios, la eternidad entró en el tiempo (...). El tiempo ha sido —por decirlo así— "tocado" por Cristo, el Hijo de Dios y de María, y de Él ha recibido significados nuevos y sorprendentes: se ha convertido en tiempo de salvación y de gracia». Por eso, concluye el Papa, hemos de «poner las distintas vicisitudes de nuestra vida —importantes o pequeñas, sencillas o indescifrables, alegres o tristes— bajo el signo de la salvación y acoger la llamada que Dios nos hace para conducirnos hacia una meta que está más allá del tiempo: la eternidad».
Las dos fechas de nuestra historia, a las que deseo referirme, manifiestan muy claramente esa entrada de Dios en la historia de los hombres, y concretamente, en la historia de esta porción de la Iglesia, el Opus Dei.
El 2 de mayo de 1935 —mañana se cumplen 75 años—, San Josemaría dio comienzo a la costumbre de la Romería de mayo, de la que tantos frutos espirituales se han derivado. Desde entonces, millones de personas han aprendido a llevar su cariño filial a la Virgen con sabor de intimidad. Os sugiero que nos empeñemos más en este mes, para que muchos amigos nos acompañen en esas visitas marianas. Deseamos dar gracias a la Virgen por sus desvelos con la Iglesia y con cada uno de sus hijos.
El trato habitual con Nuestra Señora es prueba clara de que un alma respira un ambiente cristiano. Habrá quizá fallos en nuestro caminar —nadie hay perfecto en la tierra—, pero quien reza perseverantemente a la Virgen, recitando quizá las oraciones que aprendió en la infancia, sin abandonarlas, demuestra que en su corazón hay un hálito de aire cristiano y nuestra Madre lo ayudará: ahora y —como rezamos en el Avemaría— también en la hora de la muerte.
Deseemos contagiar el amor filial a Santa María. La invitación a nuestros conocidos, amigos, parientes, para que nos acompañen en la Romería de mayo, les puede ayudar a descubrir el gozo y la paz que nuestra Madre derrama en el alma de los que se reconocen hijos suyos. Ojalá muchas mujeres y muchos hombres adquieran la costumbre de rezar diariamente el Santo Rosario. ¿Superamos decididamente los respetos humanos para iniciar esas conversaciones? ¿Nos impulsa el amor a María a querer el bien de la gente?
Otro aniversario muy significativo para nuestra familia se cumple en este mes: los cuarenta años del viaje de nuestro Padre a México para rezar ante la Virgen de Guadalupe. Recuerdo la sorpresa y la alegría de quienes estábamos físicamente a su lado, cuando, el 1 de mayo de 1970, nos anunció que había decidido emprender ese viaje. Inmediatamente encargó que se realizaran las gestiones oportunas, y en la madrugada del 15 de mayo llegó a tierras mexicanas. Movido por su amor a la Iglesia, al Papa, a las almas, deseaba poner en manos de la Virgen las intenciones de su corazón. Lo explicaba así: «¿Qué pide el Padre? Pues el Padre pide a los pies de Nuestra Madre Santa María, Omnipotencia suplicante, por la paz del mundo, por la santidad de la Iglesia, de la Obra y de cada uno de sus hijas y de sus hijos.
Ya durante el vuelo hacia América, se notaba el intenso recogimiento de nuestro Fundador. Y nada más llegar a la Ciudad de México, aunque eran las 3.00 de la mañana, manifestó el deseo de acudir inmediatamente a rezar ante la Virgen de Guadalupe. No fue posible, porque a esas horas la basílica se hallaba cerrada. Pero apenas le dejaron los médicos y sus hijos, para que se adaptara a la altitud y al cambio de horario, se trasladó a la Villa acompañado de varios hijos suyos. Fue la primera visita que hizo en México D.F. Después de saludar a Jesús Sacramentado, se arrodilló en el presbiterio y se quedó absorto en oración durante una hora y media, aproximadamente. En el transcurso de ese tiempo, la iglesia fue llenándose de hijas e hijos de nuestro Padre, de cooperadores, de amigos, que deseaban rezar unidos a nuestro Fundador.
Como aquella oración se prolongaba, don Pedro Casciaro, que era entonces el Consiliario, advirtió a nuestro Fundador de lo que ocurría. Y, como nuestro Padre huía de "dar espectáculo", interrumpió su conversación ante la imagen de Guadalupe y pidió que se buscara el modo de obviar ese pequeño inconveniente. A partir del día siguiente, y durante el resto de la novena, utilizó una pequeña tribuna, algo incómoda, pero que tenía la ventaja de estar situada a media altura, bastante cerca de la imagen de Nuestra Señora, fuera de la mirada de la gente. Allí San Josemaría pudo dirigirse a la Virgen de Guadalupe con enorme confianza, hablando con Ella en voz alta para manifestarle las necesidades de su corazón. Gracias a Dios, pudimos tomar nota de lo que dijo en aquellos ratos de conversación con la Virgen, en los que además invitaba a participar a quienes nos encontrábamos en ese lugar.
Fue una plegaria filial intensísima, de completo abandono en la Voluntad de Dios, y al mismo tiempo insistente, como la de un niño pequeño y confiado. El primer día de la novena en la tribuna, el 17 de mayo, después de entretenerse en unos minutos de meditación personal, sugirió que rezásemos juntos las tres partes del Rosario, guardando un rato de silencio después de cada misterio. Al final, leyó algunos pasajes del Evangelio en los que el Señor insiste en la necesidad de la oración de petición. Recojo sólo unas palabras de esa oración, que ya habréis leído y meditado —al menos, en parte— en otras ocasiones.
«Nos lo dice Jesús: todo lo que pidamos en la oración, creyendo, se nos concederá. Y la fe no nos falta, porque nos la das Tú, Señor. Esta promesa, llena de seguridad, no deja nunca de tener valor, porque sus palabras, las palabras del Señor, no pasan.
»Estamos aquí, en representación de tantos miles de almas, y hemos venido a pedir, a pedir como un niño pequeño que está persuadido de que tienen que escucharle. Pedimos como un niño pequeño, como una familia pequeña, y quiero que la Obra sea siempre así: una pequeña familia muy unida, aunque estemos extendidos por todas partes. Y te pedimos exigiendo, sirviéndonos de la intercesión de tu Madre, sabiendo que tienes que escucharnos.
»Iterum dico vobis —nos dice San Mateo— quia, si duo ex vobis consenserint super terram, de omni re quamcumque petierint fiet illis a Patre meo qui in cælis est (Mt 18, 19). Rezamos en una oración de petición, unidos al pueblo que está ahora aquí, al sacerdote que celebra, al culto que se da a tu Madre. Te lo decimos nosotros y te lo dicen, con muchísima fe, y con la esperanza de que Tú nos oyes, en todos los caminos de la tierra. Es una oración continua de almas de todos los estados, de todas las razas, de todas las lenguas. Su oración es nuestra oración, y a Ti, Señor, por medio de tu Madre, te dirigimos una petición constante.
»Os doy pie, con estas palabras, para que sintáis la responsabilidad de seguir urgiendo al Señor, también cuando el alma está seca y encuentra dificultad para vivir este diálogo con Él. A pesar de nuestras debilidades, de que no sepamos qué decir, basta que queramos hablarle para que se haga realidad, y conseguiremos lo que nos hace falta».
Detengámonos un momento, hijas e hijos míos, para ver si nosotros, en estos momentos y siempre, prolongamos la plegaria de nuestro Padre, bien unidos a su oración —que en el Cielo se ha hecho perenne— por la Iglesia y por la Obra. No importa que a veces nos sintamos áridos, ¡secos!, porque el corazón no parece acompañar nuestros ratos de meditación o de oración vocal. Así nos lo hacía notar San Josemaría: «No os preocupe, insisto, si no hay fervor, si cuesta meterse en la oración. Estamos como soldados de guardia que cumplen un deber; como soldados, pero como hijos. Si no sabemos qué decir, pero sabemos que tenemos que hacer la oración, hacemos la oración, como soldados; pero como hijos, con fe. Le recordamos ahora, aunque sólo sea con la boca, que cumpla su palabra, que nosotros pedimos para que Él nos escuche: es una exigencia, pero una exigencia de hijo, que dirigimos al Padre, sirviéndonos de la promesa de su Hijo. Y naturalmente nos acogemos a nuestra Madre, a su intercesión omnipotente: ¡Madre, escúchanos!».
Pienso que cada una y cada uno de nosotros desea rezar o aprender a rezar así, con la misma plena confianza y abandono en nuestra Madre del Cielo. En estos tiempos, como tantas veces os he recordado, hemos de renovar de modo constante la petición por la Iglesia, por el Papa y sus colaboradores; por los Obispos, por los sacerdotes y por todo el pueblo de Dios. Tratemos de presentar estas intenciones a Nuestra Señora, en las romerías de este mes de mayo, con mucha intensidad. ¿Piensas que, si conocieran tu amor a Santa María, las personas que tratas se sentirían invitadas a quererla, a refugiarse bajo su amparo?
Pero hemos de rezar llenos de confianza, con esa fe que es capaz de mover montañas, como afirmó el Señor. Sigamos escuchando a nuestro Padre en aquella primera oración en voz alta ante la Virgen de Guadalupe. «Omnia quæcumque orantes petitis, credite quia accipietis, et evenient vobis (Mc 11, 24). Todas las cosas que pidiereis en la oración, tened fe de conseguirlas, y se os concederán. ¡Se os concederán! Son palabras que recogen una seguridad para nosotros. Ha hablado su Hijo, ¡su Hijo que no puede mentir!, y, de nuestra parte, se necesita fe. Una fe que ya tenemos, ¡por eso venimos a pedir!; pero, además, con esa petición, le decimos: adauge nobis fidem! (Lc 17, 5). Hay que insistir, una y otra vez, siempre, como cuando éramos pequeños con nuestras madres, ¡igual! Y aquí, los que estamos ahora, pedimos para todos y en nombre de todos, también cuando nos encontramos personalmente en momentos de poco fervor, cuando nos cuesta romper a hablar, a decirte lo que queremos.
»Omnis enim qui petit accipit, et qui quærit invenit, el pulsanti aperietur (Lc 11, 10). Es nuevamente Jesucristo el que habla, según nos ha dejado escrito San Lucas. Nos lo ha dicho así de claro, para que no lo olvidemos: al que pide, se le dará. Por tanto, hemos de seguir pidiendo, y hemos de atrevernos a pedir con confianza, exigiendo. Para eso hemos venido aquí, y para eso hemos de esforzarnos, de modo que nuestra oración sea constante, llena de tozudez. Madre nuestra, habla Tú por nosotros, y llévanos a pedir siempre más».
Me detengo aquí, hijas e hijos míos, aunque la plegaria de nuestro Padre prosiguió aún por largo rato. Pero no puedo dejar de recordar que, en la segunda parte del mes, celebraremos sobre todo tres solemnidades litúrgicas de gran relieve: la Ascensión del Señor, la Venida del Espíritu Santo en Pentecostés y la Santísima Trinidad. La Virgen, si a Ella acudimos, nos empujará a prepararnos para aprovechar mejor esas fiestas, como ya hizo con los primeros discípulos de Jesús. A mí se me hace claro que, tras su vida escondida y silenciosa, el Señor quiso que estuviese bien presente en la manifestación de la Iglesia en el Cenáculo, para que los Apóstoles comprobaran cómo se ama a Jesús, a la Trinidad.
Los últimos días del mes de mayo deben empujarnos a saborear a fondo la solemnidad litúrgica de Pentecostés. Permanezcamos junto a quien es Madre de la Iglesia y Templo del Espíritu Santo: siempre será el mejor modo de recibir los dones y los frutos del Paráclito. Y, como siempre, os ruego que llevéis mis intenciones —ahí estáis todas y todos— a Santa María, Intercesora y Omnipotencia suplicante, para que nos metamos más en la intimidad de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Con todo cariño, os bendice
vuestro Padre
+ Javier
Roma, 1 de mayo de 2010.
miércoles, 5 de mayo de 2010
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