viernes, 4 de junio de 2010

Corpus Christi 2010.







• Ante miles de fieles, el Arzobispo de México reconoció los esfuerzos de la gente buena y advirtió que sin la presencia de Dios viviríamos en un mundo “irremediablemente absurdo”.

Felipe de J. Monroy González

La solemne Misa y la bendición de los niños durante el Jueves de Corpus Christi en la Plaza de la Purísima Concepción Tlaxcoaque y el Zócalo de la ciudad de México se vio coronada con las cuatro bendiciones eucarísticas que el Arzobispo de México y sus obispos auxiliares presentaron hacia todos los rincones de la diócesis capitalina; además, el Cardenal emitió dos mensajes pastorales para los fieles y los sacerdotes, a los unos les pidió continuar demostrando en su vida el espíritu cristiano y, a los otros, su fidelidad ante las adversidades.

Ante todo, llamó a ‘limpiar’ la atmósfera envenenada que acaba con el hombre y a reconocer la fe de muchos que intentan mejorar las condiciones de sus semejantes, atender los necesitados y cambiar favorablemente al mundo.

Durante la homilía, el Cardenal habló a los sacerdotes, les recordó la importancia de la Eucaristía en su ministerio y elevó sus oraciones para que, en el marco del Año Sacerdotal, el amor eucarístico que alimenta el ministerio apostólico persevere entre los consagrados: “que no falten los instrumentos dóciles y fieles que distribuyan el pan de la presencia, del sacrificio y de la promesa del Salvador”.

El Arzobispo reconoció que la Iglesia necesita sacerdotes pero afirmó: “y sabemos que nuestro Pastor no dejará de alimentarnos por su medio. Y a nosotros, sacerdotes, se nos renueva la invitación a que volvamos a dirigir nuestra mirada a la Eucaristía, fuente de nuestro ministerio”.

Luego de la solemne procesión con el Santísimo Sacramento recorriendo las calles del primer cuadro de la capital y la bendición Eucarística que los obispos auxiliares a todos los rincones de la ciudad; el Arzobispo de México emitió un mensaje final a los cerca de diez mil fieles que, bajo un inclemente sol, acompañaron a Jesús Sacramentado en todo momento.