Fue bautizada el 10 de enero de 1888 como María Concepción y confirmada días después. El 12 de octubre de 1895, día de la Coronación de Nuestra Señora de Guadalupe, hizo su Primera Comunión en la iglesia Concepcionista de Balvanera.
María Concepción pertenecía a una familia acomodada donde había catorce sirvientes, y además tenían una casa en el centro de la ciudad, y otras dos en la Villa y en Coyoacán.
El 31 de enero de 1896 murió su madre de tifo y ella fue enviada a la casa de sus tías. Durante su adolescencia tuvo poco contacto social y estudió con institutrices. El 29 de septiembre de 1902 rechazó el amor de un joven llamado Javier y el 19 de marzo de 1904 expresó su vocación religiosa.
El 6 de enero de 1905 partió hacia Morelia, Michoacán, para ingresar el día 8 a la
Orden de la Visitación de Santa María; tenía 17 años.
En los escritos de la Madre María Angélica se advierte que era seguidora de San Francisco de Sales y de Santa Juana Francisca de Chantal, fundadores de su Congregación. Su libro de cabecera fue “Historia de un Alma”, de Santa Teresita del Niño Jesús. Era devota de la Virgen de Loreto y una imagen que tenía su familia la llevó al monasterio el 31 de mayo de 1908.
En junio de 1913, cuando tenía 25 años, padeció una grave enfermedad y el día 23 recibió los Santos Óleos. Se convirtió en un alma mística, hacía penitencias de sangre “pidiendo a Dios que no se notara exteriormente en su vida religiosa, para que fuera un más en la Comunidad… un silencio de 60 años“.
El Padre Alberto Cuscó y Mir fue su primer Director Espiritual.
La Madre María Angélica Álvarez conoció a Luis María Martínez el 14 de febrero de 1915, es decir, 7 años antes de que él fuera obispo. Ella fue la primera gran alma mística que tuvo la suerte de encauzar.
“Desde febrero de 1915 hasta febrero de 1916, cuando la Comunidad de la Visitación de Morelia se exilió en España, para poder continuar su vida claustral, cada lunes se entrevistaban Monseñor Martínez y la Madre María Angélica, momento en el cual ella abría su alma a su Director y él se limitaba a escuchar y aprobar lo que oía, tal vez porque eran cuestiones demasiado elevadas y aún desconocidas para él”.
La Madre María Angélica siguió haciendo penitencias corporales como lo afirma su Diario el 25 de marzo de 1917:
“Tal es mi miseria que aun después de haber recibido tantos y tales dones de Dios aún retrocedo ante el dolor. Me refiero a la acción de grabar sobre mi pecho con un hierro ardiendo el nombre de JHS. Sentía una extrema repugnancia y delante de Dios me avergonzaba de mi cobardía. Así estuve luchando hasta que, por fin, tomando una determinación le dije:
“El desarrollo de esta enfermedad, juntamente con otras circunstancias dolorosas, nos lleva a advertir un cierto sentimiento sobrenatural en su conjunto, que ya el mismo médico de la Comunidad constató. No hace falta señalar que la Sierva de Dios vivió esta experiencia terrible de la enfermedad en el cuerpo y la preocupación en el alma en un ámbito profundamente espiritual; ella nunca rechazó el sufrimiento y en todo se sometió a la obediencia. Mientras seguía su vida ordinaria, pues en el año 1925 la tuberculosis todavía no era contagiosa, ella no dejó de recordar que Jesús era la razón de su vida, aunque fuera una época de gran soledad espiritual”.
“Biografía de la Madre María Angélica Álvarez Icaza”.
La Madre María Angélica seguía en España en 1926, cuando en México inició la Guerra Cristera. Su hermana, también religiosa y que vivía en México, tuvo que refugiarse en Estados Unidos; su padre perdió fortuna y haciendas Para 1927 la comunidad religiosa de Morelia celebraba sus Bodas de Plata cuando a finales de ese año la tuberculosis de la Madre María Angelica se extendió a la columna. Un año despues su enfermedad la llevaria a permancer en cama.
Estas tristes circunstancias se agudizaron por la Guerra Civil Española, donde en M adrid quemaron iglesias y conventos en 1931 y por la revolución organizada por el Partido Socialista en Asturias en 1934, y la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas, del 3 de junio de 1933, que sometia a la Iglesia al poder civil.
En 1940, por motivos internos del Monasterio, fue al puerto de Santa María, en Cádiz. La Comunidad sufrió dificultades económicas. La Madre María Angélica tuvo una crisis espiritual. Se desempeñó como asistente, ayudante de la portería, encargada del Cuarto de labores y Provisora. A partir de 1941 fue nombrada Maestra de Novicias.
En junio de 1948, después de estar 32 años en España, regresó a México como Superiora para fundar un monasterio y en esto influyó los deseos ininterrumpidos desde 1938 de la Sra. Dolores Moncada de Álvarez Icaza, cuñada de la Madre María Angélica, de fundar un Monasterio de la Visitación en la Ciudad de México.
El 31 de mayo de 1988 se inició el Proceso Diocesano que terminó el 6 de febrero de 1994, y el 2 de mayo de 1994 se abrió la Fase Romana.
“En la exhumación se encontró el esternón, el hueso que tenemos delante del corazón, con un orificio delante del corazón, no tiene explicación científica, no es congénito, tampoco pudo ser hecho normalmente durante la vida, porque hubiera supuesto la muerte de la persona y además el hueso tiende a regenerarse… y ahí por lo tanto hay que concluir que hay algo de Dios”.
Otro biógrafo, Pedro Fernández Rodríguez, señala:
“Esta gracia de la herida física del corazón, en la Madre María Angélica, se constata con la transfixión de su hueso esternón, que se descubrió en la exhumación de sus restos en el Panteón Español, el día 8 de mayo de 1985. Efectivamente, en el hueso esternón se observó un orificio circular de unos 5 milímetros de diámetro, perfectamente conseguido, cuyo origen no tiene explicación anatómica… Esta admirable perforación, hecha durante su vida, está sellada con tejido cortical que recubrió el orificio y no permitió al tejido esponjoso rellenar ese conducto, por el que pasaba lenta y constantemente la fuerza divina que hería y regalaba el corazón de la Sierva de Dios”.
Esa extraña herida apresuró su Proceso de Canonización