jueves, 16 de julio de 2009

Museo de sitio en la habitación de la Sierva de Dios Madre María Angélica Álvarez Icaza en el Convento de la Visitación en la Ciudad de México.






Religiosa y Fundadora 1887 – 1977
Nació en la calle Estampa de Jesús María, de la Ciudad de México, el 17 de diciembre de 1887; fue la quinta de 10 hijos; sus padres: Ignacio Álvarez Icaza y Carolina Icaza y Cosío.

Fue bautizada el 10 de enero de 1888 como María Concepción y confirmada días después. El 12 de octubre de 1895, día de la Coronación de Nuestra Señora de Guadalupe, hizo su Primera Comunión en la iglesia Concepcionista de Balvanera.
María Concepción pertenecía a una familia acomodada donde había catorce sirvientes, y además tenían una casa en el centro de la ciudad, y otras dos en la Villa y en Coyoacán.

El 31 de enero de 1896 murió su madre de tifo y ella fue enviada a la casa de sus tías. Durante su adolescencia tuvo poco contacto social y estudió con institutrices. El 29 de septiembre de 1902 rechazó el amor de un joven llamado Javier y el 19 de marzo de 1904 expresó su vocación religiosa.

El 6 de enero de 1905 partió hacia Morelia, Michoacán, para ingresar el día 8 a la
Orden de la Visitación de Santa María; tenía 17 años.


El 14 de enero empezó su Postulantado y el 23 de junio vistió los hábitos con el nombre de María Angélica; un año después, el 26 de junio de 1906, hizo su Profesión Perpetua. Estos años cimentaron sus experiencias místicas.

En los escritos de la Madre María Angélica se advierte que era seguidora de San Francisco de Sales y de Santa Juana Francisca de Chantal, fundadores de su Congregación. Su libro de cabecera fue “Historia de un Alma”, de Santa Teresita del Niño Jesús. Era devota de la Virgen de Loreto y una imagen que tenía su familia la llevó al monasterio el 31 de mayo de 1908.

En junio de 1913, cuando tenía 25 años, padeció una grave enfermedad y el día 23 recibió los Santos Óleos. Se convirtió en un alma mística, hacía penitencias de sangre “pidiendo a Dios que no se notara exteriormente en su vida religiosa, para que fuera un más en la Comunidad… un silencio de 60 años“.
El Padre Alberto Cuscó y Mir fue su primer Director Espiritual.

La Madre María Angélica Álvarez conoció a Luis María Martínez el 14 de febrero de 1915, es decir, 7 años antes de que él fuera obispo. Ella fue la primera gran alma mística que tuvo la suerte de encauzar.

“Desde febrero de 1915 hasta febrero de 1916, cuando la Comunidad de la Visitación de Morelia se exilió en España, para poder continuar su vida claustral, cada lunes se entrevistaban Monseñor Martínez y la Madre María Angélica, momento en el cual ella abría su alma a su Director y él se limitaba a escuchar y aprobar lo que oía, tal vez porque eran cuestiones demasiado elevadas y aún desconocidas para él”.

El 26 de febrero de 1916, a bordo del vapor “Antonio López”, la Madre María Angélica partió para España con un primer grupo de religiosas; el 29 de marzo llegaron a Madrid donde la superiora prohibió que se conversara sobre México para evitarles mayores mortificaciones, pero entre ellas violaban esta disposición pues siempre tenían curiosidad por lo que pudiera ocurrir a sus familias; pensaban que su estancia en Europa sería temporal, mientras duraba la Revolución.

La Madre María Angélica siguió haciendo penitencias corporales como lo afirma su Diario el 25 de marzo de 1917:

“Tal es mi miseria que aun después de haber recibido tantos y tales dones de Dios aún retrocedo ante el dolor. Me refiero a la acción de grabar sobre mi pecho con un hierro ardiendo el nombre de JHS. Sentía una extrema repugnancia y delante de Dios me avergonzaba de mi cobardía. Así estuve luchando hasta que, por fin, tomando una determinación le dije: . En efecto, aunque el espíritu estaba pronto, la carne flaca rehusaba sufrir, y así en el momento de aplicar el hierro enrojecido me faltó el valor y dejé caer el instrumento… volvió al fuego y por fin lo apliqué pero me quedé tan avergonzada delante de Dios que de vergüenza como que ni me atrevía a hablarle hasta que por último rompiendo el silencio le dije: . Y pasé a la oración pidiendo perdón de mi cobardía”.

En marzo de 1922 se enfermó de tuberculosis y en mayo, del Monasterio de Madrid fue trasladada al Monasterio de Bonanza, en Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, donde su Superiora le prohibió seguir escribiendo, incluso limitó sus lecturas.

“El desarrollo de esta enfermedad, juntamente con otras circunstancias dolorosas, nos lleva a advertir un cierto sentimiento sobrenatural en su conjunto, que ya el mismo médico de la Comunidad constató. No hace falta señalar que la Sierva de Dios vivió esta experiencia terrible de la enfermedad en el cuerpo y la preocupación en el alma en un ámbito profundamente espiritual; ella nunca rechazó el sufrimiento y en todo se sometió a la obediencia. Mientras seguía su vida ordinaria, pues en el año 1925 la tuberculosis todavía no era contagiosa, ella no dejó de recordar que Jesús era la razón de su vida, aunque fuera una época de gran soledad espiritual”.

Esto relata Pedro Fernández Rodríguez, en su obra:
“Biografía de la Madre María Angélica Álvarez Icaza”.

La Madre María Angélica seguía en España en 1926, cuando en México inició la Guerra Cristera. Su hermana, también religiosa y que vivía en México, tuvo que refugiarse en Estados Unidos; su padre perdió fortuna y haciendas Para 1927 la comunidad religiosa de Morelia celebraba sus Bodas de Plata cuando a finales de ese año la tuberculosis de la Madre María Angelica se extendió a la columna. Un año despues su enfermedad la llevaria a permancer en cama.

Estas tristes circunstancias se agudizaron por la Guerra Civil Española, donde en M adrid quemaron iglesias y conventos en 1931 y por la revolución organizada por el Partido Socialista en Asturias en 1934, y la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas, del 3 de junio de 1933, que sometia a la Iglesia al poder civil.

En 1937, Luis María Martínez, su Director Espiritual, fue nombrado Arzobispo de México. Siete meses después moriría su padre, don Ignacio Álvarez, arrollado por automóviles en la capital del país.

En 1940, por motivos internos del Monasterio, fue al puerto de Santa María, en Cádiz. La Comunidad sufrió dificultades económicas. La Madre María Angélica tuvo una crisis espiritual. Se desempeñó como asistente, ayudante de la portería, encargada del Cuarto de labores y Provisora. A partir de 1941 fue nombrada Maestra de Novicias.

En junio de 1948, después de estar 32 años en España, regresó a México como Superiora para fundar un monasterio y en esto influyó los deseos ininterrumpidos desde 1938 de la Sra. Dolores Moncada de Álvarez Icaza, cuñada de la Madre María Angélica, de fundar un Monasterio de la Visitación en la Ciudad de México.

El 23 de diciembre de 1948 la Comunidad se trasladó a Mixcoac, en el Distrito Federal. En los años 50as realizó viajes por Europa y América. La Madre María Angélica Álvarez Icaza murió el 12 de julio de 1977; fue sepultada en el Panteón Español de la Ciudad de México.

El 31 de mayo de 1988 se inició el Proceso Diocesano que terminó el 6 de febrero de 1994, y el 2 de mayo de 1994 se abrió la Fase Romana.

Como todas las Causas Místicas, ha enfrentado muchos obstáculos que los promotores han logrado superar. A la fecha se redacta la Positio.

“En la exhumación se encontró el esternón, el hueso que tenemos delante del corazón, con un orificio delante del corazón, no tiene explicación científica, no es congénito, tampoco pudo ser hecho normalmente durante la vida, porque hubiera supuesto la muerte de la persona y además el hueso tiende a regenerarse… y ahí por lo tanto hay que concluir que hay algo de Dios”.
Otro biógrafo, Pedro Fernández Rodríguez, señala:

“Esta gracia de la herida física del corazón, en la Madre María Angélica, se constata con la transfixión de su hueso esternón, que se descubrió en la exhumación de sus restos en el Panteón Español, el día 8 de mayo de 1985. Efectivamente, en el hueso esternón se observó un orificio circular de unos 5 milímetros de diámetro, perfectamente conseguido, cuyo origen no tiene explicación anatómica… Esta admirable perforación, hecha durante su vida, está sellada con tejido cortical que recubrió el orificio y no permitió al tejido esponjoso rellenar ese conducto, por el que pasaba lenta y constantemente la fuerza divina que hería y regalaba el corazón de la Sierva de Dios”.

Esa extraña herida apresuró su Proceso de Canonización